Rápidamente se apresuro a sacarlas del horno con su guante acolchado colmado de pingüinos y papa noeles sonrientes, un regalo de su madre de varias navidades atrás. Reparó entonces en que el olor que despedían sus galletas era extrañamente semejante al de su gloss de labios sabor vainilla, excluyendo el hecho de que las galletas eran de chocolate y ni llevaban pizca de ella.
Así, a pesar de que todavía estuvieran calientes, extrajo el bol de las galletas de uno de los estantes superiores de la cocina y las deposito allí con ayuda de una cuchara, para que todas ellas no se dirigieran a los márgenes del bol y concluyeran esparciéndose en muro de la cocina. Algo que le exasperaba intensamente, aunque no sabía porqué.
-Zeudí. ¿Has visto a Batú? No lo encuentro y la abuela dice que no lo vio desde la mañana.-Comento inquisitivamente Tania.
El abuelo de las hermanas acostumbraba a desaparecer por largos períodos de tiempo en el día, usanza a la que ya se había acostumbrado la familia, ya que Batú siempre regresaba antes de la hora de cenar y, a pesar de que todos se preguntaban por dichas salidas Batú no especificaba nada, así que a base temple, consiguió que los demás dejaran de inquirirle.
Lo que no revelaba Batú era que pasaba mucho tiempo en compañía de un piano y varios músicos de jazz que tanto le recordaban a su infancia en Puerto Rico, donde había crecido en el seno de una familia aristócrata enriquecida por la exportación del café. Des esta forma, había tenido la oportunidad de adquirir entre otras cosas, un gran gusto por la música, el mar y por el mofongo caribeño, un plato típico a base de plátanos y a desarrollar una profunda apatía por el café.
-No. Se despidió por la mañana, pero no tuve tiempo de preguntarle, además hubiera sido inútil cualquier intento de averiguar algo.- respondió ante su estrambótica hermana, que en ese momento llevaba una turbante indio de lunares con flores y caireles.-¿Sabes que? Que más da. Mira hice galletas. Voy a salir.
Dejo todo en su lugar, la losa enjuagada y recogida, las galletas en su bol. Se quito los guantes y suplico para pedir un segundo de tranquilidad en esa casa.
-¿Otra vez?¿A que hora volverás?- De nuevo, su hermana. ¿Qué le importaba a ella, o mejor, a su familia, lo que decidiera hacer con su vida o su cuerpo? Hacía mucho que habían perdido el derecho a saberlo.
Por eso decidió continuar, sin voltearse y subir las escaleras hacia el piso superior corriendo en dirección a su habitación.
Corto, pero así es mi inspiración. Por ahora publicare capitulos introductorios, pero en fragmentos.Los iento
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